Reflexión película «La Clase»

Reflexión película «La Clase»

“LA CLASE”         COMENTARIOS ALREDEDOR DE LA PELÍCULA DE ADOLESCENTES

 

ESCOLA LA GAVINA

 

JUNIO 2012

 

INTRODUCCIÓN AL COLOQUIO

 

La película, presenta las problemáticas adolescentes en el instituto respecto la autoridad, pero que no es distinta en la familia, ya que indica el conflicto intergeneracional, cuando el adolescente se encuentra en una situación que no es ni niño ni adulto, en un NO lugar, que lleva como respuesta la rebeldía o el sometimiento a lo ya establecido.

Esta disarmonía, se ve acentuada, en la película, por adolescentes inmigrantes de distintas nacionalidades en la escuela, con lo cual el conflicto generacional y de identidad, se acentúa en la pertenencia a otras culturas, y de esa forma, el desarraigo es mayor.

La problemática adolescente queda más coloreada. Sin embargo, cuando más diversidad, proponemos, que si el contexto escolar y familiar, lo permite, el aprendizaje es mayor, sobre todo el emocional y el social, el conocimiento que está aprendido de la experiencia emocional, no el memorístico o el que proviene del sometimiento. Con la diversidad, con la interacción, con la cooperación, se adquiera mayor flexibilidad mental, al aceptarse nuevos pensamientos.

Tenemos que considerar, que el adolescente, la adolescente, disruptivo por el incremento pulsional, no presenta por ese hecho patología, aunque hay intenso sufrimiento, a menos, que el sufrimiento sea tan intenso, que impide el desarrollo evolutivo y los síntomas indican una patología en la personalidad, una imposibilidad para aprender, debido al exceso de pulsión, del deseo y de las emociones, que eclipsan su aparato mental.

Todo adolescente tiene un problema de identidad, un lugar que tiene que encontrar y para ello, tiene como emblema la rebeldía. Aunque algunos pueden ser agresivos, en el fondo, hay miedo por los cambios mentales, corporales y sexuales, con rebeldía en lo establecido y búsqueda en la pandilla el lugar de referencia identificatoria.

Son sensibles a las críticas y al rechazo, impulsivos, no aceptan el fallo, las llamadas de atención, y si se sienten cuestionados surge la ira, la rabia, la ansiedad, los miedos, la depresión y el abandono escolar o familiar.

Si por otro lado se sienten seguros, apoyados, sostenidos, son más receptivos y no renuncian a su historia familiar y cultural.

Todo ello, por los cambios evolutivos que imprimen una identidad fragil, con exceso de fantasía y el peligro de la realización de sus deseos, que les lleva a una ansiedad difusa y sensación de vacío, con desvaloriación de sí mismo o de los adultos, con pensamientos totalitarios y rígidos, con predominancia del acto sobre el pensamiento.

Es así muy difícil la reflexión, cuando hay predominio de lo sensorial (tatuajes, gorras, capuchas, adicciones,…), lo perceptivo (música estridente, modas adolescentes como subculturas,…), lo figurativo (dramatización de la rebeldía o la sumisión, de la imagen visual o los medios de comunicación, los medios técnicos como móviles, ordenador, redes sociales…).

Es una etapa difícil en la que pueden caer en la patología, por ejemplo, con conductas antisociales, adicciones, perversión sexual, bandas sectarias, si en el adulto no encuentran comprensión, respeto y no se sienten heridos en su expresividad y sus necesidades pulsionales que los asustan.

Como les falta reflexión, la respuesta del adulto tiene que provenir de la reflexión, la paciencia y la amistad, sin perder la responsabilidad de ser profesor o padre, profesora o madre, es decir, la relación es asimétrica, padres amigables, profesores amigables.

Reflexión no quiere decir lanzarles discursos, sino favorecer su pensamiento, su reflexión, que se de cuenta de sus actos, o sus palabras, para que descubra sus significados. En ese sentido, la película presenta un modelo de profesor que es inclusivo.

INCLUSIÓN remite no tanto a la cultura familiar o escolar, sino a un tipo de aprendizaje o de relación con el adolescente que tiene en cuenta sus propios intereses, sus propias experiencias,… que en ese intercambio, se desarrollan y socializan. Para ello el profesor pregunta, promueve que se hable,… desarrolla sus intereses, llena de significado sus habilidades, establece coloquios, que se conozcan los intereses de cada cual en una relación grupal dialógica,… Se busca por lo tanto la diversidad, la opinión, el cambio por contraste, la contradicción y discriminación que rompe los prejuicios, la duda sobre lo que se creía… Se escucha, más que se habla, para que el adolescente sienta que se le aprecia y pueda a la vez escucharnos,…

INTEGRACIÓN es la respuesta de otros profesores que intentan que se adapten los adolescentes al currículo ordinario, a la cultura escolar, la cultura familiar,… y viven la inclusión como falta de autoridad del profesor, mientras que respecto a los adolecentes sienten que son tiránicos, intratables, violentos, que les falta límites, son disruptivos, arrogantes e ignorantes, alborotan y la rebeldía de ellos la viven como patología. En la película, algunos profesores definen a los alumnos, los clasifican de buenos y malos, crean expectativas y profecías que se van a cumplir, sin profundizar en el ámbito emocional, sin entender la rebeldía, la rivalidad entre los adolescentes y el enfrentamiento entre las culturas, una la dominante, la del adulto, la otra, la adolescente, que quiere dominar. O el enfrentamiento entre culturas de adolescentes, las bandas, cuando se toman como modelos externos de identidad, es decir, apariencia externa, que les da sentido de pertenencia. La violencia está servida.

EXCLUSIÓN es cuando el ambiente escolar o familiar es autoritario, no permite la libertad y la expresividad, hay negación de la realidad adolescente y la relación es violenta, tipo enseñanza instructiva. Es la más patológica. No sale en la película.

El trabajo del adulto, que es el que tiene responsabilidad en el aprendizaje, no tiene que ser a la vez de huída, sin compromiso social y emocional, es más adecuada por lo tanto la INCLUSION.

Hay que conocer la música de ellos, entender sus redes sociales, convivir con sus amigos, interesarnos por sus habilidades, su preocupación por el cuerpo y la expresión en él de su identidad que suelen ponerla en lo externo y superficial, en la moda o en las marcas del vestir, los medios técnicos… para entenderlos y poder reflexionar, cambiar, ellos y nosotros, pero sin abandonar nuestro lugar, nuestro rol que los tranquiliza, sin abandonar nuestra responsabilidad y poner límites reflexivos, firmes pero flexibles.

El adolescente tiene sobre todo una personalidad difusa, que solo con la INTERACCIÓN, la relación con un adulto comprometido con sus intereses, se puede afianzar y tener claro objetivos vitales. Para ello se tiene que sentir escuchado, aceptado y reconocido. Solo así puede lograr una identidad integrada sexual, corporal y mental, una identidad armónica cognitiva, emocional y social.

La rebeldía adolescente, en realidad, implica cambio, progreso, el movimiento 15-M, el movimiento de los indignados, la intuición, el renovar lo ya establecido y viejo, son movimientos épicos, creadores.

Después de una infancia que se consigue identidad social, sexual y mental, cuando se atraviesa el edipo, viene la latencia y hay un interés por la cultura exogámica, se saturan los significados de la identidad.

Pero en la adolescencia, se produce la metamorfosis. Los cambios corporales, sexuales, mentales, son rápidos, intensos, y se entra en crisis. Todo se tambalea. Lo nuevo es el propio cuerpo, lo desconocido, los deseos, el despertar sexual y las nuevas capacidades y valores mentales. El cuerpo es capaz de todo, el imaginario revolucionario, pero se acrecientan los miedos infantiles y el miedo a lo desconocido.

Las crisis, la adolescencia como crisis, es la posibilidad de renovarse, rebelarse destruyendo lo antiguo, para crear, con los nuevos elementos, algo nuevo.

Lo nuevo, la identidad sana, para ser un aprendizaje creativo, para que sea un ser vital, para ser desarrollo, para que no sea patología, tiene que ser la mezcla armoniosa de lo antiguo con los elementos nuevos.

Para ello, en las relaciones de aprendizaje escolar y familiar, nosotros tenemos que recuperar el adolescente que llevamos dentro, para no vivir aburridos, adaptados a los que nos someten y piensan por nosotros, al amor a la diversidad y a las relaciones sociales, a lo nuevo, sin perder lo antiguo. Hay que cuidar por lo tanto la rebeldía adolescente, nuestro sentir y la capacidad de disfrutar, ilusionarnos y ser vitales en sociedad.

También hay que comprender, aunque no se acepte, sus componentes sensoriales, imaginativos, rituales, su indefinición en sus componentes corporales, sexuales, mentales identificatorios. Ellos son la muestra de su sufrimiento interno, pero también de sus crisis tan dolorosas, y a la vez, de la capacidad de crear y revolucionar lo ya establecido, aunque con los tatuajes, peinados  y vestimentas, con sus impulsiones, su radicalismo, quieran ser distintos a través de lo externo.

En resumen, solo si cambiamos los adultos podemos ayudar a nuestros adolescentes a que encuentren su camino. La responsabilidad es nuestra.

Esto implica que nos mostremos como un modelo, donde mirarse y que propongo como: seamos reflexivos, amigables, confiados, limitantes, que dudemos de nuestros prejuicios, que aceptemos  que tenemos errores y nos equivocamos, que no seamos controladores, dominantes, autoritarios, seamos cooperativos, inclusivos, amemos la diversidad, lo nuevo, la rebeldía y la revolución social, escuchemos más que hablemos, valoremos nuestra historia, nuestros orígenes, pero consideremos e incorporemos lo nuevo, el cambio, expresemos nuestros sentimientos, lo que pensamos como opiniones, no demos sentencias, seamos sinceros, éticos, es decir, lo que pensemos se corresponda con lo que sentimos y hacemos, configuremos un clima alrededor nuestro de ilusión, que sea vital, confiado, idealista, pero que tiene en cuenta la realidad, con objetivos que se proyectan en el futuro.

Sin embargo, el profesor de literatura, el profesor INCLUSIVO, que se compromete emocionalmente, que los incita a crear, a escribir lo que sienten, lo que piensan, lo que hacen, que intenta representen la pulsión, la escriban, reflexionen y desde ahí signifiquen sus pasiones e intereses, en vez de actuarlos, tiene un peligro. El futuro es incierto, no es predecible, es denunciado por insultar, por expresar su emoción. Afronta el conflicto adolescente y cae en el conflicto.

La respuesta está más hallá, en el contexto social. Se libra porque en el contexto escuela, hay cierto valor sobre la INCLUSION, se tolera el alboroto, la expresividad impulsiva y el trabajo del profesor.  Si el centro hubiese sido conservador, autoritario, poco democrático, se le hubiese hechado como profesor y estigmatizado. Sin embargo, cabe pensar que tiene un coste el compromiso emocional, social y cultural, el implicarse en las relaciones sociales para el desarrollo y el aprendizaje, aunque es lo único que nos puede salvar como seres humanos.

El problema no es por lo tanto el cambio revolucionario, con un adulto que lo dirija, sino que la revolución destruya la cultura previa, los signos de la historia, y que esa destrucción haga desaparecer esa cultura y esa historia previa. Entonces viene la patología porque ha habido una catástrofe mental. El adolescente se aisla, es antisocial, adictivo o entra en una secta: se crea una identidad ilusoria. Es el profesor o el padre que no acepta los significados que aporta el adolescente, y éste rechaza el aprendizaje institucional y la historia familiar. Se inventa una historia perversa producto de la fantasía, semidelirante. El adolescente se deprime y se aisla, o se vuelve violento, dentro de una secta o banda.

 Lo viejo no se tiene que destruir, sino que se tiene que renovar. Si lo viejo se destruye es para reconstruir con lo antigüo una nueva identidad, unos nuevos significados. Lo nuevo se construye sobre lo viejo, es una reconstrucción. El adolescente que consigue una identidad saludable destruye lo viejo para con esos elementos construir algo nuevo. Critica por ejemplo al padre o al profesor, pero se hace responsable de sus estudios o sus tareas, pero de otra forma.

El adolescente patológico, quiere construir algo nuevo renunciando a lo viejo, no sabe de su historia, de su cultura, crea, hemos dicho, un mundo paralelo, un refugio, entra en una secta, se hace intolerable a la frustración, se hace vago, hiperactivo, adictivo…

Hay otros adolescentes con una identidad patológica que llama menos la atención y que se someten a lo viejo, no tienen ni rebeldía ni violencia patológica, pero son sobreadaptados, no crecen, no crean, no tendrán responsabilidades. Son copia de lo antiguo, viejos antes de eclosionar con afanes y valores éticos, estéticos y científicos, no hay cambio, su perfil es depresivo, sometido, abandonado.

Los adultos tendremos que pensar donde tenemos el espiritu renovador, dónde está nuestro adolescente interno, dónde está nuestra revolución. Podemos tener un adolescente camuflado patológico y entonces se quiere que el alumno, el hijo, sea el ideal que él no fue, tenga lo que no pudo conseguir, lo que no supo tener o ser.

La inclusión implica autoridad, libertad y democracia para el alumno y el hijo, para que desarrollen sus habilidades, sus capacidades,  su ser. Vigilando y poniendo límites, ofreciendo un clima tranquilizador, confiado y seguro, donde el adolescente pueda desarrollarse, pensar, experimentar,…

Al final tendremos que pensar si el aprendizaje es solo cognitivo, o es también emocional y social, diverso y complejo, vincular, cooperativo, con interés por lo nuevo, arraigado en la vida, en la cultura actual y las necesidades del hombre o sometido a la cultura dominante, actualmente la de los mercados.

Cada vez por lo tanto hay un contexto más competitivo, económico, de triunfo fácil, de placer sin riesgo, donde el sexo, la apariencia, lo superficial, el brillo externo y la violencia forman parte del valor social, promovido por los medios audiovisuales.

Los medios técnicos tienen un gran poder de atracción, deslumbran y son adictivos. Favorecen la omnipotencia, la adicción y el aislamiento, la perversión. Tenemos que poder socializarlos, y para ello, el uso tiene que ser social, por ejemplo, las redes sociales, con límites y reflexión, con inclusión, en cooperación.

Los signos más evidentes de patología son el aislamiento, la mentira, la violencia, el robo, el insomnio, el silencio, o cualquier conducta disruptiva o exagerada respecto la experiencia anterior que tenemos con el adolescente que se manifieste como verdad, creencia,…

Si el hombre moderno está bastante perdido, aislado, ya no se habla, no se escucha, no se dialoga, no se lee, no hay una ética social, nosotros, los adultos, tendremos que  mostrar esos antiguos, modernos, valores humanos: hablar, dialogar, escuchar, compartir, ayudar, cooperar, trabajar para vivir, no vivir para trabajar, expresar nuestros sentimientos,…